SECUESTRO
Un relato de Julio Martínez para:
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1
La cabeza la seguía teniendo abotargada. La jaqueca dió paso a una sensación de presión, tenía sangre coagulada en los oídos, no mucha. Además una sed terrible. Los desgraciados que me habían metido en el sótano ni se habían molestado de ver si estaba bien, simplemente me habían tirado como un animal, con mi mochila y poco más. Ponerme de pie me costó una barbaridad. Pero si no bebía no me podría volver a levantar. Una bombilla amarilla colgaba del techo y a través de una trampilla me dejaban la bandeja con comida. Más tarde sabría que me daban dos comidas, escasas, al día. Al menos estaba bien cocinado, aunque era sencillo, seguramente comía lo mismo que mis secuestradores. Subí las escaleras deshechas, medio arrastrándome, y con la cabeza palpitando como una muela con caries. Vi la bandeja, pero cogí la jarra con agua y la bebí con un placer indescriptible, nunca me había dado cuenta de lo deliciosa y refrescante que podía ser el agua. Era un éxtasis beber aquel agua fresca, inmediatamente me sentí mejor, aunque no tenía apetito.
Me senté en el rincón donde estaba mi mochila, me habían dejado una palangana, una toalla y un cubo de agua para lavarme. Todo un lujo. Para tirar los deshechos había una especie de poco con una puertecita de madera. Nada más.
Descansé un rato intentando recordar cómo había pasado. Pero no recordaba nada. Tenía una fuerte contusión en la cabeza, los hombros doloridos, señales de abrasión en las muñecas, alguien me había puesto una rodilla aprentándome en la espalda. En fin, estaba vivo. Por alguna estúpida razón me sentía optimista. No me habían matado, ¡vaya consuelo eh!. Me quedé dormido al poco tiempo. Así terminó mi primer día.
2
Me desperté con el corretear de ratones por mi sótano. Quizás ellos tenían más miedo que yo. Me puse de pie, comprobando que ya no me dolía tanto la cabeza. A continuación hice algunos, pocos, movimientos gimnásticos, vacié mi vientre en el pozo, con temor de que alguna alimaña saliera de la oscuridad para arrancarme mis sensibles partes masculinas, y me dí lo más parecido a un baño con mi cubo de agua y mi toalla. Me faltaba jabón. Alguien abrió la trampilla y dejó una bandeja. Me acerqué gritándole.
-¡Eh!, ¡oye!, por si os interesa estoy vivo, aunque no gracias a vosotros, desgraciados. Silencio. Sospeché que escuchaban al otro lado.
-Tengo sangre coagulada en el oído derecho, pero ya me he limpiado, ¿sería mucho pedir una pastilla de jabón y ropa interior limpia?, de paso una manta para dormir sobre ella no estaría mal.
Los pasos se alejaron.
-¡Eh!, no te vayas.
Ok. Fin de la conversación. Cogí la bandeja. Tenía macarrones con salsa bolognesa, un escalope de ternera con patatas y una naranja. Un festín. Me hubiera comido cuatro veces esa cantidad, pero me conformé con aquello. También me supo a gloria. Era curioso, pero me estaba afectando aquel encierro, me estaba volviendo un gourmet agradecido. Volví a mi rincón y me puse a hacer inventario de lo que tenía en la mochila:
-mi cartera con cien euros. Muy útil, podría comprar un Menú en el Burguer King más cercano.
-la funda de mis gafas de sol, con mis gafas dentro. Rayban. Una pasta.
-un disco duro.
-un mini teclado Bluetooth de la marca Targus.
-auriculares intra auditivos marca Panasonic.
-no tenía mi portátil. Desgraciados, ya no podría ver el final de The Walking Dead.
-un pendrive. También muy útil, como mondadientes, quizás.
-mis apuntes de Historia del Arte. Ya no tenía excusa para no estudiar.
-una novela de Alejandro Dumas: Los tres mosqueteros. ¡Me quedaban cincuenta páginas!,
¡sólo!.
-cinta adhesiva.
-un cargador de móvil.
-Mi Smartphone HTC Drone Z.
Mi boca se quedó abierta. Luego se abrió más. Aquellos brutos me habían quitado el portátil pero se olvidaron de mi Smartphone, que estaba en uno de los muchos bolsillos de mi mochila. Valiente panda de estúpidos.
Desbloqueé el terminal pero no pasó nada. No. No tenía batería. ¡Vaya suerte!. Busqué un enchufe en aquel sótano sin alicatar, pero nada, entonces pensé... al menos hay un cable de luz.... seguí el cable de luz y para mi suerte (¡hurra!, ¡estaba a punto de hacerme creyente!) encontré otro cable, de una vieja instalación. Arranqué el cable y me dispuse a hacer un empalme. Quizás pensaréis que soy un manitas, pero no, soy el tío más inútil con estas cosas, pero estaba muy necesitado, así que mi carencia se volvió determinación y en poco tiempo había hecho un empalme muy decente y aunque mi móvil no podía arrancar, sí empezó
a cargarse.
De pronto sonó un ruido en la puerta, temí que fueran a entrar y me puse de pie. La trampilla se abrió, era la bandeja con una toalla nueva y una pastilla de jabón. Subí las escaleras hechas pedazos. Encima de la toalla había una nota:
PON LA TOALLA SUCIA ENCIMA DE LA BANDEJA, TIENES UN GRIFO PARA EL CUBO, BÚSCALO BIEN.
¡Una comunicación con el exterior, qué detalle!.
Me dí un baño (por llamarlo de alguna manera) frotándome con el jabón. El grifo estaba en el rincón más oscuro. Jamás había usado una pastilla de jabón, ok, llamadme niño rico, pero dudo que los pobres usen pastillas de jabón, eso era cosa del pasado. De paso lavé mi ropa interior y esperé que se secara. Detrás de la nota escribí: GRACIAS. NECESITO MANTA Y ROPA INTERIOR DE MI TALLA. POR FAVOR SEÑORES
GANSTERS.
Quizás me estaba pasando un poco, pero, caramba, es que lo eran. En una hora recogieron la bandeja y a los quince minutos me dejaron una manta nueva. La cosa mejoraba. El móvil estaba al 20%, pero el cansancio me venció. Iba a leer mi novela, pero no pude leer ni una página.
3
Me desperté con el “cri cri” de los ratones. Los tipos iban perdiendo el miedo, cada vez estaban más cerca. Fuí directamente al móvil y lo encendí, tapando el altavoz para que no sonara la fanfarria habitual de HTC. El móvil era un regalo de la esposa de mi padre, un detalle por su parte, y un acierto. Las madrastras tienen fama de ser malas, interesadas y crueles. No fue ese mi caso. Mi padre se casó con una mujer que estaba lejos de ser una top model, y que era todo corazón.
El terminal se encendió y vi el escritorio Android, llevaba tres días con el terminal y ya lo tenía totalmente personalizado. La señal era nada. No había señal. Tampoco redes wifi. Tampoco de GPS. Genial.
Estuve recorriendo palmo a palmo cada rincón de mi sótano, pero fue en vano. No había señal de ningún tipo.
Vino la comida con dos paquetes de calzoncillos y calcetines deportivos. Hoy tocaba verduras de primero, y un estofado de ternera de segundo. De postre: un plátano. Pero estaba rabioso, no había pillado nada de cobertura. La verdad, me había hecho ilusiones. Pero recapacitemos, al menos tenía mi móvil, y no es por nada, pero en sus 128
Gb de memoria tenía dos temporadas de mi serie favorita (¡Walking Dead!, el clásico) cuatro películas, y mogollón de libros. Además tenía una cuenta Premium de Spotify con mil canciones. Habéis oído bien, mil. Y lo mejor de todo, exceptuando por los apuntes de historia del arte ¡no tenía que estudiar!.
¿Me estaba volviendo optimista, o simplemente loco?.
4
En una semana me había terminado mi serie y me había leído cuatro novelas, muy buenas por cierto. Además, me había inventado un nuevo deporte, el Bailetrón, una especie de aerobic musical mezclado con un bailé ridículo que realmente tonificaba el cuerpo. Me ponía a sudar como un cochino.
A decir verdad me lo tenía muy bien montado. Pero no, no estaba contento. No había solucionado el tema de la cobertura, así que una de mis ocupaciones era buscar una solución. Cada vez que me sentaba a pensar tardaba tres segundos en decidir que no había solución. Era un genio de la productividad.
Pero cuatro días después, mientras comía judías verdes que no se habían molestado en quitar las hebras me acordé de algo que leí en Internet. Resulta que un tipo de Argentina había abierto un iPod (de los antiguos) y había hecho un empalme para que la antena tuviera mayor capacidad.
-La madre que me parió-dije en voz alta.
Me puse muy nervioso, sudaba, me temblaban las manos, y pensaba que podría fastidiar aquello. Ok, ok, había que hacerlo con cuidado. Estuve mirando mi Smartphone apagado como dos horas. Si me lo cargaba fin a mi entretenimiento, y eso no podía ser, pero
¿os imagináis si tuviera conexión a Internet?. El corazón se me puso a mil, benditas sean las judías.... verdes.
Me puse a trabajar en ello, abrí la tapa trasera haciendo palanca con un clip. HTC tenía la manía de sellar la parte de atrás al estilo de los antiguos iPhone, los nuevos ya tenían una batería extraíble desde el iPhone 6.
Bien, tapa trasera sacada limpiamente, ¿cual cuernos era la antena?, me la jugué, la más grande sería la Wifi, ¿no?. Probé con lo que parecía una antena, intenté rodear cable de cobre sacado de mis provisiones de cable, cuando fuí a hacerle el nudo escuché un “click”. Me había cargado aquella antena. Recé para que no fuera importante, esperaba que fuera el receptor GPS.
Busqué otra antena y la empalmé al cobre, luego, con gran dolor de mi corazón partí
una de las patillas metálicas de mis gafas de sol y la uní al cable de cobre. Tapé el HTC y lo cerré con cinta adhesiva.
Momento de la verdad, el encendido. Me besé la yema del dedo y pulsé el botón de encendido. Encendido correcto, logotipo animado que decía: HTC mola, HTC es el mejor fabricante, los asiáticos molamos.
Encendido correcto.
¡Una rayita!... ¡dos rayitas!. Ok, con eso se puede llamar. Marco el número de mi padre, botón verde de llamar, y..... la pantalla indica: Error, póngase en contacto con el operador.
Pero, pienso, ¡no es posible!, tengo señal.... el icono de 3G se enciende. Me acerco a la puerta, donde está la trampilla y la señal sube dos rayitas. Comienzan a entrarme correos sin parar, 3, 10, 17, 43 correos. La señal sube a 5G, ¡qué nivel señores!. Así que al parecer tengo datos. Mola. Bueno, visto así es como tener voz. Abro Skype.
Tengo 4 dólares de saldo. Suficiente para llamar a mi padre y que se presente con dos divisiones de mercenarios de BlackWater lanzando bombazos. Llamada en curso. Me conecto los auriculares. Pero me entra una llamada. ¿Quien es?. Cuando veo el Caller ID interrumpo la llamada y respondo.
Es Dana Brice. Mi amor platónico.
-¿Hola?-digo en un susurro.
-Dios mío, ¿Brian?, ¡estás vivo!, ¿dónde estás?, ¿la policía te está buscando?, pensaban que te habían secuestrado, tus padre hablaron conmigo, tu madre... tu madrastra está deshecha.. pero ¿estás bien?.
-Eh, je je. Hola Dana.
Mi cerebro de mosquito es incapaz de entablar una conversación con una chica que me gusta. Mucho menos con Dana, el amor de mi vida. Creo, firmemente, que sólo hay una chica adecuada, es una apuesta aun sólo número en la ruleta de la vida.
-¿Qué... qué tal tú?.
-¿Eres tonto?, ¿cómo que qué tal?, ¿dónde estás?-Ah, sí, me han secuestrado, sí. No sé cómo porque me pegaron un golpe fuerte en la cabeza y no recuerdo nada, bueno, algunas cosas sí, me acuerdo de tí...
¡Seré imbécil!, ¿cómo se me ocurre decir eso?, ¿qué pensará ella de mí?.
-Ay Dios mío, lo sabía, tu padre tenía razón, ¡te han secuestrado!. ¿y qué haces hablando conmigo?.
-Bueno, en realidad estaba llamando a mi padre, pero vi tu llamada y preferí responder.
-....
Silencio en la otra línea.
-¿Estás de broma?.
-No, para nada, ví que eras tú y me apetecía charlar contigo. La verdad es que siempre te lo he querido decir, me gustas, siempre me has gustado, supongo que no se me nota porque soy idiota y nunca sé qué decir, pero ahora... como estoy secuestrado y todo eso, supongo que me da igual.
-Brian, creo que te dieron bien en la cabeza. Suenas transtornado. Un médico tiene que verte. ¿Cómo te encuentras?.
-No en serio, estoy bien. Al principio me dolía un poco la cabeza y tal... pero estoy mejor. Pero oye, no me has dicho nada, se supone que tendría que decir algo, ¿no?, las chicas ahora es cuando soléis decir eso de “eres un amigo especial y te quiero... como amigo”.
-De verdad, no sé si me estás tomando el pelo o tengo que preocuparme.
-Ok, ok. Te dejo que lo pienses. Pero estoy bien, no se me ha ido la chaveta ni nada parecido, eso sí, estoy encerrado y tal, pero estoy bien. Mira, mientras te lo piensas voy a llamar a mi padre, luego hablamos, vamos... si quieres. Y le colgué.
En ese momento pensé que quizás ella tenía razón, me habían dado fuerte en la cabeza. Pero, ¡bendita locura!, me había atrevido a decirle a Dana lo que sentía. Desde que tenía siete años había intentado decírselo y no había sido capaz.
5
La siguiente llamada fue mi padre. Volví a marcar el número de mi casa y respondió mi madrastra.
-Hola, soy yo, Brian-dije con naturalidad.
El silencio fue total. Escuché un imperceptible “click” en la línea. Por las películas sabría que la brigada anti secuestros estaría grabándolo todo.
-Brian, querido, ¿cómo estás?.
-Bien, no os preocupéis, me dan de comer y todo eso, tengo hasta una pastilla de jabón. Je, je...
En fin, que no podía ocultar al payaso que había dentro de mí. Supongo que era la adolescencia.
-Brian, tu padre quiere hablar contigo, luego alguien más quiere hacerte unas preguntas. La voz sería y grave de su padre al otro lado sonó. Tenía un aspecto fatal.
-Brian, hijo, lo siento.... lo.... siento....
-Tranquilo papá, estoy bien, enterito y sano.
-Dime hijo, quiero que me digas donde estás, todo lo que recuerdas.
-Me tienen en un sótano, pero los muy imbéciles no me quitaron el móvil de la mochila, aunque no hay cobertura he hecho un empalme a la antena de datos del móvil, pero creo que algo he hecho que me he cargado el GPS y la voz. No puedo hacer llamadas pero puedo acceder a Internet.
-Bien hijo. Dime qué recuerdas y descríbeme dónde estas.
-No recuerdo nada papá. Me golpearon en la cabeza, pero estoy bien, al principio tenía jaqueca, pero se me pasó. Estoy en un sótano iluminado con una bombilla cutre, es grande, como cinco por cinco metros, hay una escalera hecha pedazos, el suelo es de tierra. Una puerta metálica con una trampilla por donde me pasan la comida y la toalla. No hablan conmigo, me escriben notas.
-Bien hecho hijo. El agente Tyler está oyendo esto, quiere hacerte unas preguntas. Chasquido en la línea. La voz segura del agente Tyler, me lo imaginaba fornido y seguro de sí mismo.
-Hola Brian, soy el agente Tyler. Has hecho un buen trabajo, te vamos a sacar de ahí. Pero antes quiero que hagas unas cuantas cosas, quiero que hagas fotos de lo que ves, también de las notas que te han pasado, y quiero....
En ese momento sonaron pasos. Turno de la cena.
Corría esconder el móvil tras una piedra suelta en el muro. Esperé con el corazón en un puño mientras oí cómo se abría la trampilla y dejaban la cena. Esperé un buen rato a que se fueran, dejé a un lado la cena y me puse a sacar fotos a todo lo que pillaba.
-Menos mal que me pillé el bono de 4G, si no, no sé cuanto tardaría en subir estas fotos. Hizo un reportaje completo, con vídeo incluído en el que se sacó a sí mismo sonriendo. Nuevo correo, adjuntar archivos.... y a correr.
El GPS no funcionaba, la voz tampoco. Pero bueno, tenía datos. Mi padre llamó.
-Hijo, ¿qué ha pasado?.
-Nada. Vino la cena, hoy tengo ensalada y pescado. Te acabo de mandar un correo con unos diez fotos y un vídeo-susurré.
-Lo tenemos-dijo Smith.
-Muy bien, lo estás haciendo muy bien. Escucha, el FBI ha triangulado tu posición, estás en un área muy poblada, unos cinco kilómetros, van a empezar a buscarte casa por casa, y darán contigo. Tienes que ser cuidadoso, ¿de acuerdo?, no te resistas.
-Ok, papá. Está controlado.
-Bien, chico, bien hecho.
-Quería pedirte una cosa....
-Dime.
-¿Podrías meter saldo en mi teléfono?, se me va a acabar el bono y... si quieres descuéntamelo de la paga....
Sabía que era un poco de chantaje. Mi padre accedió. Me metió doscientos pavos de saldo. Me sentí como un rey.
6
Teóricamente me tenía que sentar a esperar. Le había dado al FBI toda la información que necesitaban, estarían haciendo análisis grafológicos, y en base a las fotos que les había pasado estudiarían los edificios según sus planos, identificando cuales reunían esas características. Lo había visto mil veces en las películas. Por mi parte no tenía prisa. De verdad. Una vez que terminé de ver el final de Walking Dead y las pelis que tenía guardadas me dediqué a gastarme esos doscientos dólares, primero compré un bono ilimitado por cuarenta dólares, y a continuación estuve comprando películas y episodios de series en Google Play. Fue muy divertido, podía verme tres o cuatro películas algunos días, otra veces me pasaba el día leyendo y escuchando música. Cargaba mi terminal por la noche y a medio día.
Un día me desperté con dos ratones correteando encima de mis piernas, soñé que eran mis dos gatos y que estaba en casa. Os podéis imaginar los gritos que pegué, alguien se acercó corriendo a la puerta y le grité que me dieran trampas para ratones o moriría de una infección por sus mordeduras. Ese mismo día me dieron como veinte trampas de ratones, con sus cebos. No volví a ver a los ratones.
Pero de todo se aburre uno.
Hablaba con mi padre y su esposa dos o tres veces al día, la verdad que no había mucho que hablar, básicamente me daban ánimos, poco más. Yo me ponía impaciente porque estaba deseando ver alguna película que había alquilado. Para hacer algo diferente empecé a grabar un vídeo cada día, me servía para desahogarme y como recuerdo de mi encierro. Algunos días grababa un par de vídeos, hacía una copia de seguridad en mi cuenta de Dropbox, y así también iba liberando memoria, aunque el teléfono iba sobrado.
Mantenía en secreto el asunto del teléfono, si mis secuestradores lo hubieran sabido me lo hubieran quitado y me hubieran escondido en otro sitio. No, no quería más golpes en la cabeza. El FBI habló con Dana y le digo lo serio que hubiera sido revelar a nadie esto. Así que de vez en cuanto hablaba con Dana, ya que, se supone que no podía hablar con nadie. De esa manera Dana y yo nos fuimos haciendo amigos, así supe que le encantaba la pintura y que un día soñaba con estudiar arte, y quizás administrar un Museo, o tener su propia galería.
-Sé que soy buena pintando, aunque no lo suficiente como para destacar, en cambio sé
cuando un cuadro es bueno o no.
Me asombraba su práctica frialdad, la admiraba.
Yo le hablé de la muerte de mi madre y de los libros que leía para evadirme, le conté
que pensaba dar clases de literatura, o ser chófer, para así poder leer todo lo que quisiera, así
me gané una charla de parte de ella sobre mi futuro.
-¿No tienes miedo?-me preguntó una noche en la que la conversación se prolongó
hasta tarde.
-No, ¿por qué iba a tenerlo?, esto es como estar en mi cuarto, pero sin la obligación de estudiar. Quitando el episodio con los ratones estoy la mar de a gustoLe había contando el asunto de los ratones, quizás le añadí algunos detalles inventados para hacerlo parecer más terrorífico, me confesó que había llegado a tener pesadillas. Me sentí
como un aventurero.
-De verdad, no sé si estás mal de la cabeza o eres un personaje. Me encogí de hombros, curiosamente aquellas cosas con las que impresionaba a Dana era las que más me avergonzaban, o aquellas a las que yo no les daba importancia. Así que intenté de hacerme el duro o el interesante, creo que nuestra amistad mejoró a partir de ese punto.
7
Una noche escuché un jaleo importante en el piso. Escondí lo mejor que pude el terminal con su cargador y los auriculares y estuve atento. Aquello debió ser como a las cuatro de la mañana, así que estuve despierto desde esa hora, no me importaba, estaba muy descansado.
El desayuno no llegó, y aquello comenzó a incomodarme. Les grité un par de veces si pensaban matarme de hambre. Cuando me puse pesado una voz de mujer me gritó:
-¡Cállate!Qué voz tan desagradable, pensé.
Tampoco hubo nada para comer. Pegando la oreja a la puerta llegué a captar una palabra: “Helicópteros”.
Así que estaban cerca los hombres de uniforme. Eso significaba dos cosas, o que me rescataban, o que me cortaban a pedacitos y me tiraban por el agujero donde soltaba mis residuos cada mañana. La verdad, había llegado a un punto en el que me daba igual, asistía impasible a la película de mi vida. Me preguntaba, ¿qué pasaría, entrarían en tropel, granadas cegadoras, disparos intimidatorios?. Me propuse no llorar cuando me rescataran, tampoco gritar que no me mataran si pensaban hacerlo.
A la tarde se acercaron a la puerta.
-¡Eh tú, Brian!, ¡vamos a entrar!, ¡así que al suelo, no queremos hacerte daño pero si levantas la mirada del suelo no dudaremos en hacerte daño!, ¿entendido?.
-¡Vale chicos!.
Me sentí muy ocurrente y lleno de seguridad.
Tres tipos entraron, yo me quedé sentado mirando al suelo. Uno de elloso debió ser la chica, les miré los zapatos, un par de zapatos negros de caballero, punta redondeada, los demás eran deportivos.
-¿Qué hacemos?-dijo uno de ellos, con voz de flauta. Estaría aterrorizado.
-Cállate ¿quieres?, vamos a examinarlo todo, luego vamos a tapiarlo. Yo no dije ni mú, pero os aseguro que no me hacía gracia eso de emparedarme vivo, como en la Edad Media.
-Al suelo chaval, túmbate boca abajo, las manos en la espalda. Obediente, me tumbé.
Los tipos empezaron a revisarlo todo.
-Por cierto, ¿quien cocinaba?, mis felicitaciones-le dije.
-No puedes hablar, ¿entendido?, que sea la última vez. Es una advertencia.
-Vale. Una pena, estaba deseando hablar con alguien-¡Haz que se calle!-dijo el de voz de flauta, el nervioso.
-¡Eh chaval!, calladito ¿vale?, ya tendrás tiempo de hablar cuando paguen el rescate. Me encogí de hombros.
-Oh mierda, mierda, mierdamierdamierda....
-¿Qué, qué pasa?-dijo la chica, con bastante preocupación. Silencio. Habían encontrado mi móvil y se lo estaban enseñando.
-Maldita sea-el jefazo me puso la rodilla en la espalda, como la primera vez, era un tipo grande y muy fuerte. Mi columna gimió en agonía-¿cómo has conseguido el móvil?, ¡habla!.
-Seguro que... ufff, no puedo hablar así, ¿te quitas de encima?... gracias... decía que seguro que el tipo de la voz de flauta lo olvidó, estaba en la mochila, con las demás cosas. Se oyó un forcejeo y golpes sordos, gemidos.
-¡Idiota!.
-¡Te juro que no había nada!, ¡lo miré cien veces!.
-Estaba en la mochila, lo cogí yo mismo-les dije-al menos he podido ver películas.
-¡Rómpelo!-gritó la chica.
Escuché como mi precioso HTC crujía en el suelo. Fortachón lo había pisado. Me agarró por la nuca, con violencia, él mandaba, era el guerrero más fuerte de la tribu.
-Con quien has hablado-me dijo.
-Con mi padre, con una chica que me gusta... con el FBI. Siempre he sido un bocazas, lo sé, pero en mi triste situación ¿qué podía hacer?.
-Mierda-dijo voz de flauta-mierda, mierda, mierdamierda....
-Madre mía, ¿no sabes decir otra cosa?-me quejé. Rápidamente recibí una patada en el costado que me quitó el aliento, tuve que respirar, o al menos intentarlo un buen tiempo hasta que lo conseguí. Los tipos estuvieron en silencio escuchándome jadear.
-Está bien, tranquilos-dijo fortachón-esto es lo que vamos a hacer, tú y tú vais saliendo de la casa, cada uno por su lado, a este lo dejamos encerrado, yo me quedaré media hora y luego saldré.
-¡Pero qué dices!, ¿y el rescate?-dijo la chica.
-¿A quien le importa el rescate cuando te pueden matar?-dijo flauta-vendrán como un ejército liándose a tiros y no preguntarán.
-No hemos llegado hasta aquí para salir sin blanca, lo dejamos encerrado y contactamos con ellos para vender su ubicación.
-Buena idea-dijo la chica.
Las chicas siempre se dejan impresionar por los tipos con gran seguridad en sí mismos, pensé, a mí eso no se me daba bien.
-Tú quietecito, ¿vale?.
Se largaron dejándome solo. Cuando escuché el portazo me incorporé. Me habían fastidiado las costillas. Vaya gente.
En el suelo, las tripas de mi Htc. Una pena, seguro que mi padre me compraría otro, aunque fuera por la mala conciencia. Ser hijo del dueño de un conglomerado farmaceútico no era fácil, mi padre era de la opinión de que no había que consentirme. Yo no compartía esa filosofía.
Escuché otro portazo. Me habían dejado solo. Estuve en la misma posición, boca abajo, hasta que empecé a cansarme. Me incorporé despacio y me acerqué a la puerta. Estaba abierta. Dudando si abrirla o no, cometí la imprudencia de hacerlo, franqueando el límite entre mi sótano y la vida.
Sonaban helicópteros, era un follón importante. La habitación en la que estaba era una especie de garaje trastero, casi vacío, una mesa de pingpong estaba plegada a un lado. Andando como un gato me puse tras la puerta y escuché. Nada de nada. Abrí la puerta, un corto pasillo que entraba a la casa.
Pasé al salón, podría ser el salón de cualquier casa. Era acogedor. Me fuí a la cocina y busqué algo de comer, no encontré nada. Cuando volví al salón todos los cristales de la casa estallaron, la verdad que me llevé un buen susto. La luz entraba a raudales por todos lados y multitud de tipos muy nerviosos gritaban que me tirara al suelo. Me pregunté por qué estaban tan nerviosos si eran ellos los que llevaban las armas. Cuando me di cuenta me derribaron y volvieron a ponerme la rodilla tras la espalda. Me iba a terminar saliendo un callo.
-Uno en pie-dijo un hombre.
-Dos en pie-siguió otro.
-Vale, vale...
Me levantaron del suelo y alguien me comparó con una foto.
-¿Eres Brian?-me dijo un tipo armado y acorazado.
-Sí señor-Soy el capitán Mendoza de los SWAT, estás a salvo. No sabía qué decir, el tipo quizás esperaba que me iba a echar a llorar, pero le extendí
la mano.
-Muchas gracias capitán, ¡gracias a todos!-dije.
-Debe estar en shock-dijo alguien a mi espalda. Aquello me sentó fatal, la verdad. Me acompañaron fuera, a una ambulancia, un sanitario me estuvo explorando y haciendo preguntas, mientras una chica muy guapa, con chaleco del Fbi, me tranquilizaba, debía de ser una psicóloga o algo así.
-Es normal que estés desorientado, has pasado una experiencia traumática y en el 90%
de los casos...
Yo estaba muerto de hambre, la chica no para de hablar.
-¿Podría comer algo?-le dijo al sanitario.
-Más tarde, ahora no es buena idea-dijo mirándome los ojos con una luz-tienes restos de sangre en el oído derecho, ¿te duele la cabeza?.
-Ya no...
-... si quieres llorar eso te ayudará, hay una gran cantidad de energía emocional reprimida que quiere salir...
La psicóloga no se daba por rendida, ¿os he dicho ya que era muy guapa?.
-Me he dejado mi mochila dentro, ¿Puedo ir a por ella?.
-Haremos que alguien te la traiga, tranquilo-el sanitario seguía buscándome piojos o cualquier enfermedad oculta. Me resigné.
Al poco apareció el capitán, vestido para la tercera guerra mundial.
-Hola Brian, hemos pillado a tres tipos, ¿tuviste contacto con ellos?, ¿qué nos puedes decir?.
-Dos hombre y una chica, el líder era fuerte, corpulento, se echó encima mía, zapatos negros de punta redondeada, los demás llevaban zapatillas deportizas, el otro tipo tenía voz de flauta y no paraba de decir “mierdamierdamierda”, la chica... tenía una voz jóven, como si tuviera veinte años.
-Gracias-dijo escuetamente.
Un coche frenó bruscamente, era mi padre y su esposa, tenían una pinta espantosa, cualquiera hubiera dicho que ellos eran los que habían sido secuestrados. Me estrujaron y me besaron preguntándome si estaba bien.
Sonreí tímidamente.
-Sí, estoy bien, aunque estoy muerto de hambre. Dicen que me van a llevar al hospital, yo preferiría para en un Burguer King.
El sanitario sonrió.
-Creo que estás bastante bien, pero no te vas a librar del hospital, paciencia amigo. Y así terminó mi historia. Los tipos que me secuestraron eran unos aficionados que querían cobrar pasta de mi secuestro. Dos de ellos eran ex empleados y los pillaron por la letra del que me mandaba las notas, el tipo corpulento, la chica era la novia del jefe. Estuve subiendo los vídeos de mi encierro poco a poco y se volvieron muy famosos, mi padre me dijo que no era buena idea, pero al final ofrecieron poner publicidad y no dije que no. Dana me visitó al hospital y hablamos como dos horas. Creo que eso fue lo mejor, desde entonces no hemos dejado de vernos casi cada día. Y en cuanto a mi HTC el fabricante me regaló el mismo modelo y estuvo dos años mándandome los modelos de gama alta. Pude terminar de ver las pelis que había comprado, pero nunca he tenido tanto tiempo para mí mismo como cuando estuve secuestrado. Exceptuando los ratones, echo de menos aquellos días.
FIN